Son las doce… ¿las doce? Qué digo, es la una. El calor me descompensa y hoy no es el mejor de mis días. La iglesia entre está medio llena, medio vacía: la mitad conocidos, la mitad transeúntes morbosos con ganas de ver a un muerto. El cura corre de un lado a otro, quejándose y lamentándose como mártir ordinario con dos hombres de azul desteñido. Qué bien que estaría que pusieran aire acondicionado en esta mugre de iglesia... Bueno, yo estoy sudando pero no me importa. Se escucha a una señora llorando. Veo a un par de tipos, en la esquina, en su mundo, riéndose bajito, como con una nostalgia privada. Veo a esa puta pintorreada como payaso gótico, llorando lágrimas de cocodrilo. Uno de los dos varones la mira de reojo. Con nostalgia. Con lástima. El cura sigue quejándose. Un niño llora. Alguien empieza a toser. Empieza a hacer mucho calor aquí, me desabotonaré el escote un tantito.
…
Ya, mejor. Estoy sudando ya. Siento mucho los senos hoy por alguna razón. El sopor del día está pegando más duro que el resto. Vaya día para morirse.
Sí, yo ya lo vi. Lo iban a enterrar con un cristo al cuello (se habría sacudido en su tumba el pobre) pero un tipo, como salido de otro pasado taciturno, lo agarró y lo aventó bien irritado hasta otro lado de la iglesia. Quedó por allá, enredado en una viga de madera en el techo. Yo también se lo habría quitado de haber llegado antes.
Se ve bien. Un poco pálido… bueno, de por sí ya tenía como su tenor dorado en la piel, pero le quedaba muy bien ese color. Y casi parece que le creció el pelo antes de morirse. Seguro fue porque soltó toda esa tensión. De resto, el negro le queda bien, como siempre. Lo que se ponga le queda bien. Tenía… tiene como ese dote de lucirlo todo. Se veía lindo, me acuerda de cómo se veía hace como tres días, cuando salimos por un helado. Seguro cuando lo estaban organizando para el velorio le pusieron esa sonrisa estúpida en la cara. Pero se ve en paz. Se ve lindo. Voy a extrañar nuestro último beso. Nunca había besado a un muerto… pero se veía tan lindo. Y era nuestro último. Me vestí de rojo como le prometí y le planté un beso especial en los labios cuando logré llegar hasta el ataúd. Creo que el cura se enojó porque le dejé la cara llena de labial. No me importa. Yo lo amé. Yo lo amo. Yo siempre lo amaré. Al menos mucho más que ella. De hecho acaba de llegar. Desde aquí la veo, la reina de la fiesta ha llegado, llorando, corriendo. Lo abraza. Lo besa. No me importa. Ese cuerpo está vacío. El último beso fue mío. Igual, se ve lindo… me dan celos. Se veía tan lindo. Maldita. No. Fue mío. Es mío.
Hace mucho calor. Me desabotonaré un poco más por aquí. Perfecto. Lo voy a extrañar. Aún no lo siento ido. Aún siento que lo veré mañana. Aún lo siento aquí… adentro. Uy… El niño sigue llorando. Alguien sigue tosiendo.
Siempre me gustaron los confesionarios. Desde aquí puedo ver a todos sin que me vean y puedo estar en paz. Me dan muchas ansias cuando pienso en las amargas lágrimas y los pecados obscenos que han pasado por las rendijas aquí frente a mi rostro y de los infinitos padrenuestros que se han mandado, como recado casto y recto, desde este lado. Y si… ¿qué más habrá pasado aquí? Mmm… sentadita aquí con los ojos cerrados… siento sus manos sobre mi cuerpo. Siento cómo me toca. Siento cómo acaricia mi piel húmeda por el sudor… ¡Ah! Siempre al grano… hombre travieso. Mmm… amo sus caricias, sus suspiros tan varoniles. Amo el peso de su cuerpo, su voz profunda, vibrante… apagada, como el timbre de antaño de un radio antiguo, pero con un aire… familiar y cálido. Y su aliento. Y sus manos, ¡oh, sus manos! Y el resto de su cuerpo… Ese cuerpo… Sí… Lo amo, lo amo. Lo amo mucho. Tanto en este momento. Creo que me escucharán si sigo así. No me importa. Lo amo. Lo quiero llenar de labial por todas partes. Siempre lo he amado y no tengo miedo de sentirlo así… de mostrarlo así, de ésta ni de otras maneras, aunque viniera la mismísima reina a golpearme.
¡Lo amo!
¡Lo amo!
¡Lo amé!
¡Lo amo por siempre!
¡Salem!
Salem era su nombre y ésta es su historia.